Hippolyte Boumlag, conocido como “Hipólito”, es un entrenador muy solicitado en Madrid para jóvenes promesas del fútbol. Pero si recorres su cuenta de Instagram, sus seguidores son pocos, sus publicaciones irregulares, y una en la que aparece el delantero del Real Madrid Vinícius Jr. solo ha conseguido ocho “me gusta”. Aunque Hipólito no sea ampliamente conocido, los jugadores que entrena —a quienes conozco en una calurosa mañana madrileña— reflejan el referente que él representa para muchos jóvenes futbolistas en España.
Casi todos los jugadores son nacidos en España, de padres extranjeros y juegan en la categoría sub-19 en clubes como el Atlético de Madrid o el Rayo Vallecano, compitiendo en las mejores ligas juveniles como La Liga y viajando por todo el mundo para la UEFA Youth League.
La gente llega a Boumlag principalmente por el boca a boca. Su trabajo como entrenador técnico de fútbol en España probablemente ha puesto a muchos jóvenes en la lista de ganadores. Pero el hombre que me espera en el polideportivo público de Alcobendas, en Madrid, no hace alarde de venir del mundo de las estrellas del fútbol. Es amable, decidido y franco. De pie en el campo de fútbol, les grita a los jugadores: “Si llegáis diez veces y solo marcáis un gol, entonces tenéis un problema.” Su estilo es directo, pero sin menospreciar los logros de los jugadores, ya que está decidido a mejorar su regate, pase y precisión de tiro.
Cuando hablé por primera vez con Boumlag por teléfono, mi intención era preguntarle sobre sus encuentros con jóvenes futbolistas extranjeros que habían sido víctimas de la trata de personas. Estos son atraídos a Europa bajo la promesa de periodos de prueba en grandes clubes, a cambio de una suma considerable de dinero. A menudo, estos periodos de prueba no se materializan, y los menores terminan vagando por las calles, sin recursos, en un país desconocido.
Pero Boumlag me dió una respuesta categórica al respecto: “Hoy en día es algo poco común.” El último reglamento de la FIFA (Artículo 19 del Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores) prohíbe las transferencias internacionales de jugadores menores de 18 años. La ley protege eficazmente a los menores de prácticas abusivas, que se han reducido significativamente. Si es verdad, admite Boumlag, que toda ley tiene sus lagunas. La FIFA estableció una serie de excepciones a esta norma prohibitiva, que resultaron controvertidas. Se permite una transferencia internacional cuando el jugador tiene entre 16 y 18 años y la transferencia se realiza dentro de la Unión Europea o el Espacio Económico Europeo.
Cuando me encuentro con Boumlag en persona, insiste: “Ya no hay africanos mal informados que vengan a España.” En África, todos tienen acceso a teléfonos móviles, y las familias suelen ser conscientes de las prácticas fraudulentas que rodean a los jóvenes jugadores. No obstante, las circunstancias a veces les obligan a asumir riesgos. “Pero los medios de comunicación siguen centrando su atención en los africanos engañados, del mismo modo que informan sobre las personas que cruzan de África a España en pateras,” observa Boumlag. Tras muchos años de debate sobre la inmigración en España, Boumlag se pregunta por qué los medios persisten en presentar la inmigración de esta manera, especialmente cuando “la mayoría de los inmigrantes llegan en avión y entran como turistas.”
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Hippolyte Boumlag nació en una familia de seis miembros en Duala, la ciudad más grande y capital económica de Camerún. Su padre era profesor y todos sus hermanos se graduaron en la universidad. Jugó al fútbol en la primera división y, cuando era niño, tuvo que enfrentarse al dilema de ir a la universidad o seguir como futbolista profesional. Su padre lo animó a mudarse a España y vivir con su tío.
“Llegué aquí [España] en 1993 y me llevó mucho tiempo obtener la residencia,” me cuenta Boumlag. Jugaba en el club de fútbol UE Sant Andreu, pero cuando la dirección le bajó el sueldo, decidió dejar el fútbol y estudiar para ser entrenador, sintiéndose cómodo con la trayectoria docente que había elegido su padre. Entonces se incorporó a la Fundación Marcet, una reconocida organización de formación juvenil y fútbol en Barcelona. Ahí, contribuyó a establecer normas internas y crear programas centrados en el desarrollo de jóvenes jugadores, con un fuerte énfasis tanto en la formación deportiva como en la académica.
Después de ocho años, dejó la Fundación Marcet para establecerse como desarrollador técnico independiente para jóvenes jugadores. Había perdido el interés por la fundación. Los conflictos y las guerras internacionales empezaron a aumentar el número de niños y adolescentes que llegan a la academia y cuyos padres adinerados ven en el fútbol profesional una oportunidad para sacarlos del país y entrar en España. “A menudo, estos jóvenes extranjeros provienen de países bajo dictaduras como Rusia, Corea del Norte, Venezuela o gobiernos corruptos de África. “Existe inseguridad en torno a estas personas con dinero, ya que temen un golpe de estado o un secuestro”, explica Boumlag. Estos niños llegan como estudiantes; eventualmente su objetivo es convertirse en futbolistas profesionales, aunque muchos saben que no lo lograrán.
En 2024, la FIFA detectó un posible tráfico de menores procedentes de África, Asia y Sudamérica en varios clubes establecidos en Cataluña. En particular, la FIFA solicitó a clubes como la Fundación Marcet, la Fundación Academia Hospitalet, Veterans Catalunya y el PE Maniagua, así como a la escuela utilizada como fachada para su formación académica, que aclararan lo que estaba sucediendo con más de 50 casos de menores que llegaron a España con una beca de un año para estudiar y jugar al fútbol, y que luego prolongaron ilegalmente su estancia más allá del límite de un año permitido por la normativa de la FIFA para menores. Las academias negaron todas las acusaciones en un comunicado escrito.
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Como entrenador de fútbol que trabaja a diario con jóvenes de padres inmigrantes, la perspectiva de Boumlag sobre el actual debate de la inmigración es que carece de un discurso honesto. Argumenta que “el debate de la inmigración está obsoleto” y eso obstaculiza una discusión más progresista. “Cuando hablas con estos jóvenes sobre inmigración, sorprendentemente les parece un concepto ajeno porque no la experimentan a su alrededor y, por lo tanto, no tienen argumentos”, dice Boumlag. “Sus padres no les dicen ‘somos de fuera’. Los instan a estudiar, a ser personas decentes, y eso es todo”.
Boumlag cree que los políticos populistas y la opinión pública pueden distorsionar fácilmente este debate sobre la inmigración tan pasado de moda. Y cuando se trata de los africanos, en toda su complejidad, señala que a menudo “se les pone en un mismo saco”, a pesar de sus diversos orígenes y que lo único que tienen en común es el color de su piel. Mientras tanto, los verdaderos protagonistas del debate sobre la inmigración siguen con su vida cotidiana, sin prestar casi atención a lo que se dice de ellos desde fuera.
Hace una semana, el enfrentamiento entre la población local e inmigrantes marroquíes en la pequeña localidad de Pacheco, en el sur de España, dominó los informativos de máxima audiencia de la televisión española durante días. Me sorprende que los jugadores de Boumlag apenas hayan seguido la acalorada polémica. Tan solo Ivan Okorie Igidi, jugador del Alavés, cuyos padres son originarios de Nigeria, se refirió al incidente como “algo relacionado con extranjeros”.
Ni siquiera pestañean cuando les preguntas a los jugadores “¿De dónde sois?” que responden rápidamente que son españoles. Sólo Joel Anón Gómez, jugador del Rayo Vallecano, menciona a su padre camerunés y a su madre española, diciendo con una sonrisa y un elegante peinado en las cejas: “Yo también estoy orgulloso de ser africano.” “¿Qué significa para ti la inmigración?”, le pregunto. “Desde mi punto de vista, se trata de personas que tienen dificultades en sus países de origen y necesitan ir a otro país para buscar una vida mejor.” Y añade: “Alguien puede que venga aquí y haga cosas malas porque quizás no le han enseñado bien en casa a llevar una buena vida — como por ejemplo no robar. Estas acciones pueden afectarnos a todos.” Aunque comparte algunas experiencias negativas debido a su color de piel, concluye: “Mira, como en cualquier otro lugar, hay gente buena y gente mala. He conocido más gente buena que mala. Así que me quedo con eso.”
Jorge Domínguez Lituba, jugador del Atlético de Madrid, tiene padre madrileño y madre congoleña. Explica que, aunque entrena con el Atlético de Madrid durante la temporada, también practica con Boumlag para ganar confianza con el balón. “Imagina que muchos jóvenes de África vienen a España y todos quieren jugar al fútbol profesionalmente. ¿Lo verías como competencia?” le pregunto. A lo que responde: “Bueno, si llegan muchos futbolistas con talento, podría haber más competencia. Pero me haría ser mejor.”
Para estos jóvenes entusiastas, todo gira en torno a los valores: entrenar con Boumlag forja principios como la disciplina, la perseverancia y el compromiso. Boumlag contribuye, con cada joven, a fomentar la igualdad y la solidaridad; también incluye en el grupo a uno o dos chicos con gran potencial cuyos padres no pueden costear su entrenamiento. Un joven jugador comentó sobre el entrenador: “Es una gran persona y muy trabajador. Puede estar aquí toda la mañana y aguantarnos a todos. Lo valoro mucho porque también me enseña a trabajar.” Mientras tanto, en el campo de fútbol, las discusiones sobre inmigración brillan por su ausencia, lo que hace que el debate político actual parezca extrañamente irrelevante.