En 2023, un grupo de jóvenes de veintipocos años entró en una perfumería en el centro de Bilbao, donde varias dependientas empezaron a seguirlas de cerca. Unas semanas antes de este incidente, dos hermanas fueron detenidas y sometidas a un humillante registro policial en los probadores de una tienda de ropa, donde las obligaron a quedarse en ropa interior.
Cuando las hermanas cuestionaron a la policía por qué las registraban, los agentes se negaron a explicar sus acciones. Cuando les preguntaron si el registro se debía a su ascendencia gitana, un agente amenazó con denunciarlas por acusarlo de racismo. Pero a ellas no las engañan; las mujeres gitanas saben cuál es su lucha diaria cada vez que van a comprar: el deseo femenino de ser vistas y la vergüenza étnica de ser percibidas.
Dos meses antes de estos dos incidentes, la directora de cine Lara Izagirre conoció por casualidad a Tamara Clavería, presidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas del País Vasco (AMUGE). Conectaron de inmediato. Izagirre anhelaba volver a trabajar como creadora después de producir la película internacionalmente aclamada 20.000 Especies de Abejas.
Tras leer sobre los inquietantes sucesos, Izagirre visitó a Clavería en las instalaciones de AMUGE en el barrio bilbaíno de Otxarkoaga. Refiriéndose a los incidentes, sugirió: “Creo que podríamos hacer algo con esto.” Clavería y sus compañeras aceptaron con entusiasmo colaborar en una historia o en cualquier otra idea que Izagirre quisiera desarrollar. Así fue como Izagirre encontró las heroínas de su próximo proyecto, que pretende ser más un mecanismo de difusión de la virtud cívica que un ejercicio estético.
Esa actitud no es infundada.
El año pasado, Izagirre realizó un casting en el barrio de Otxarkoaga buscando jóvenes talentos locales que interpretaran de forma realista a los personajes de un cortometraje que pretende humanizar de la forma más veraz y realista posible a las mujeres gitanas vascas y su lucha para poder comprar dignamente. En lugar de las audiciones tradicionales, Izagirre y la actriz Naira Carmona organizaron talleres de interpretación en el barrio.
Sin embargo, curiosamente, la mayoría de las mujeres gitanas que asistieron a los talleres pertenecían a la generación de sus madres o abuelas. Durante seis meses, Izagirre y Carmona las capacitaron en actuación improvisada, lo que finalmente dio lugar a la creación del documental Empoderío. Este proyecto trasciende el encuadre de la cámara y contribuye a la evolución general tanto de los personajes como del medio. Izagirre explora en su documental problemas sociales a través del realismo social y amplifica las voces de los marginados.

Empoderío, ha sido financiado por el programa Art4Change de la Fundación La Caixa y la Diputación Foral de Bizkaia. Se presentará en el Festival de Cine de Derechos Humanos de San Sebastián el 5 de abril en el Teatro Victoria Eugenia.
“Creemos que la formación en interpretación puede empoderar a estas mujeres y ayudarlas a desenvolverse en la vida. Mejora su capacidad de expresión y aumenta su confianza,” afirma Izagirre. Muchas de las actividades de los talleres de actuación consistían en improvisación, lo que permitía a estas mujeres hablar de sus problemas y experiencias de una forma terapéutica y llena de humor, conversaciones que de otro modo no habrían tenido.
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Las mujeres gitanas vascas suelen enfrentarse a episodios de ansiedad cada vez que van a comprar al centro de Bilbao; incluso comprar regalos en Navidad puede ser estresante. Si se las identifica como gitanas por su piel ligeramente más oscura, su vestimenta o su forma de hablar, no pueden comprar tranquilamente en la mayoría de las tiendas. Algunas consiguen pasar desapercibidas cuando están solas, pero cuando están en grupo, suele haber un guardia de seguridad detrás de ellas. Esto les genera sentimientos de angustia, acoso y vergüenza debido al escrutinio público y la estigmatización, ya que no se trata de un incidente aislado. Creen que este trato proviene de una cultura donde el personal de tiendas y de seguridad las suele ver como posibles ladronas simplemente por ser gitanas.
Esta discriminación limita gravemente sus opciones de compra, obligándolas a formar una especie de gueto social. Evitan salir de su barrio en Bilbao y compran en lugares donde se sienten más cómodas y menos vulnerables y cuyos dueños las conocen.
Para Izagirre, los talleres de interpretación buscan ayudar a la gente a ver a estas mujeres desde una perspectiva diferente, priorizando el desarrollo de personajes con motivaciones, deseos y defectos distintivos para representar un tema que invite a la reflexión y tender un puente con el público contra los estereotipos.
“Muy a menudo, cuando nos formamos una opinión sobre las mujeres gitanas, es por pura ignorancia,” explica Izagirre. “Cuando estás con ellas, te das cuenta de que son como tú y como yo. Los medios de comunicación suelen mostrar a las personas gitanas de forma negativa cuando cometen delitos o faltas. Quiero mostrarlas cantando, riendo, actuando, interpretando, creando historias y divirtiéndose”.
Cada sesión de los talleres de interpretación y cada historia contada puede ayudar a reducir el estigma que rodea a sus dificultades, que de otro modo podrían verse como dificultades aisladas, y ayudar a dar voz a sus experiencias, a menudo ignoradas.
El documental explora el realismo social, lo que permite a Izagirre ahondar en las complejidades de la naturaleza humana, abordar problemas sociales más amplios de estigmatización en nuestra sociedad y crear una historia que refleje fielmente la ciudad en la que viven.
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Gracias a la colaboración entre el equipo y las participantes de los talleres de actuación, este documental adoptó una postura consciente de aprendizaje conjunto. Esto implicó dedicar tiempo a que las mujeres gitanas eligieran temas para improvisar, decidieran personajes y determinaran el tono. Vieron y debatieron el documental juntas, decidiendo colectivamente qué escenas excluir, y entre risas y alegría, expresaron su entusiasmo por verse en pantalla. El objetivo de Izagirre con este documental es intencionado. Si bien el realismo social puede adoptar muchas formas, su intención en el documental es generar empatía hacia las mujeres gitanas, que son percibidas como diferentes.

Cuando Izagirre les pregunta qué esperan lograr con el documental, la mayoría expresa el deseo de que inspire a mujeres no gitanas a conectar con experiencias humanas compartidas. Esperan que la próxima vez que una mujer no gitana presencie un incidente preocupante en una tienda, se detenga a ver cómo está o a preguntar si algo anda mal.
“Nunca se sabe el impacto que puede tener un documental”, añade Izagirre. “Pero a nivel local, podemos organizar algunas proyecciones para concienciar a la población de nuestra ciudad, Bilbao. Creo que también podría servir como un importante recurso educativo para las escuelas”.
El documental Empoderío inspira un nuevo enfoque narrativo en el cine, enfatizando la profundidad de los personajes y el realismo social poético, donde la realidad y la ficción se fusionan, con la esperanza de dejar un legado duradero tanto en la ciudad como fuera de ella. Como resumió una mujer gitana en un momento de la película: “Me quedo con ganas de más; no quiero volver a la vida real”.
Ver el tráiler de Empoderío